DE SARRIA A SANTIAGO
CAMINO INTERIOR DE UN PEREGRINO
Domingo 27 de junio de 2004
Son las 8 de la mañana. Rua principal de Sarria. Acabamos de tomar un desayuno ligerito (café y tostadas) y nos disponemos a dar el primer paso de un camino que durará 5 días.
Nos ajustamos las mochilas, calamos los gorros, apretamos las gafas de sol y cogemos con fuerza, por primera vez desde que lo compramos, el famoso cayado o bastón del peregrino, al que desde ahora llamaremos palo.
Salimos del pueblo solos mi mujer y yo. No vemos a nadie pero sospechamos que delante y detrás tendremos más peregrinos.
El día parece que será soleado y caluroso.
Nuestros primeros pasos son timoratos y retraídos. Poco menos que vamos de puntillas. Las piernas son de plomo. Las mochilas parecen ir llenas de piedras. ¡Nuestras caras son un poema! ¿Qué estamos haciendo?
Damos un “pasito”. Otro y otro y cuando nos damos cuenta y, casi por arte de magia, nos encontramos en un bosque que nos envuelve. Más bien que nos abraza con las ramas de sus árboles. El silencio se apodera de todo y las ramas movidas por la brisa de la mañana parece que nos hablan y nos dicen que adelante, que lo vamos a conseguir. Un repecho y una bajada. Una curva. Pronto nos acostumbramos al paisaje. La misma frondosidad del bosque oscurece el camino y parece que la soledad se apodera de nosotros.
Al salir de una curva se ven los primeros peregrinos. Pronto adelantamos a unos y otros nos adelantan a nosotros: Buen camino. Buen camino, nos contestan. Tramos poco transitados se alternan con otros que parecen las calles principales de algunos pueblos ocupadas por paseantes ociosos.
Esta será la tónica de todo el viaje.
Poco a poco nos vamos familiarizando con las flechas amarillas. En cada bifurcación del camino hay una flecha que te indica la dirección a seguir. Con el tiempo aprenderemos a distinguirlas de lejos con el consiguiente ahorro de tiempo y esfuerzo.
Las ponen en los árboles, en edificaciones o postes de electricidad.
A las dos horas de camino, cambiamos el agua por refrescos vigorizantes. Ayudan a no tener sed y dan fuerzas para seguir.
Primer día, primer tramo, primer incidente…y primera deshidratación ¿Quién nos iba a decir que nos quedaríamos sin agua en Galicia?
Los últimos 4 Km . fueron duros. Sobretodo para el que escribe, pasado de peso un “poquito”.
El paisaje cambió brutalmente y la sombra y el agua- fuentes o bares- desaparecieron con el cambio.
Con Porto Marín a tiro de piedra, en la primera casa habitada que encontramos solucionamos el problema. Pedimos agua y fuimos “socorridos” al instante.
Continuamos camino, cruzamos el río Miño y vimos en la otra orilla nuestro hospedaje. La verdad es que estaba más lejos de lo que nuestras ganas de llegar nos hicieron creer. Pero llegamos y con nosotros nuestras agujetas, más peregrinos y más agujetas.
Una buena ducha, una buena siesta, porque no hay ni ganas de comer y hasta la cena.
Comida entre amigos conocidos allí mismo. Anécdotas, cuentos y chistes. Olor a linimentos y esparadrapos en pies doloridos y ahora libres de zapatillas y botas.
Durante la cena, siguen llegando peregrinos de todas partes del mundo y de todas las edades. Han decidido pasar las horas de calor haciendo una parada turística o técnica y descansar un par de horas. Los ya “cenados” apenas si nos podemos mover y echamos unas parrafadas en las mesas hasta terminar organizando la salida del día siguiente.
Una copita de orujo y el sueño se apodera de todos nosotros hasta la mañana del lunes.
PENSAMIENTO: “El peregrino es dueño del camino”
A pesar que casi todo el trayecto lo hacemos paralelo a la carretera, no deja de tener su encanto. Seguimos en la provincia de Lugo.
Cuando pasamos por sus casas rurales un fuerte olor se nos mete en el cuerpo llegando a ser desagradable algunas veces. El olor a estiércol y animales ya lo conozco y no es. Tampoco veo señal alguna que me indique o de una pista. Francamente me gustaría poder averiguar de dónde viene ese olor. Y el caso es que me resulta si no familiar, al menos conocido.
Lunes 28 de junio de 2004
Ocho de la mañana. El día se presenta espléndido. Andaluz, diría yo. El grupo que conocimos anoche y que salieron como nosotros el domingo, está preparado. Todos estamos listos y más animados que ayer.
Abandonamos Portomarín con destino a Palas de Rei. Nos esperaban 24 Km .
Hoy la cantidad de peregrinos que vemos en el camino es mayor. Ya empezamos a “conocernos” y notamos las primeras bajas o las que están a punto de producirse.
A pesar que casi todo el trayecto lo hacemos paralelo a la carretera, no deja de tener su encanto. Seguimos en la provincia de Lugo.
Cuando pasamos por sus casas rurales un fuerte olor se nos mete en el cuerpo llegando a ser desagradable algunas veces. El olor a estiércol y animales ya lo conozco y no es. Tampoco veo señal alguna que me indique o de una pista. Francamente me gustaría poder averiguar de dónde viene ese olor. Y el caso es que me resulta si no familiar, al menos conocido.
El cansancio del día anterior se une al de hoy y las vivencias interiores se unen al grupo.
Creo que es la primera vez que empiezo a ser consciente de lo que estoy haciendo. Un poco de vanidad y orgullo empieza a dejarse notar. Y poco a poco los árboles y las ramas junto con los pajarillos que las habitan van desapareciendo. Una nube de “soledad” me rodea y me envuelve. Es pleno día y distingo la luna y las estrellas. Está oscuro, pero veo perfectamente. Me hablan pero no son las meigas. ¿Serán los miles de peregrinos que siglos antes han pasado por aquí?
En estos momentos, sin saber cómo, voy haciendo una especie de balance de mi vida. Tal parece que al final del camino tuviera que dar cuentas al PONTIFEX MAXIMUS y me estuviera aprendiendo las respuestas.
Y en eso iba, cuando la dura realidad me “volvió a la Tierra ”.
El cuerpo reclamaba su parte de satisfacción. La carne pedía su parte y el alimento se hacía necesario.
Parada y comida en uno de los muchos restaurantes que bordean los caminos gallegos. Ligonde parada y media fonda. Cansancio, sed, carne de la tierra regado con vino de la tierra. ¡¡¿Quién se resiste?!!
El resultado: Gran ágape gallego.
Alimentados los cuerpos y descansados los espíritus o al revés, comenzamos de nuevo la ruta. Estamos a hora y media de un buen descanso y una buena ducha.
Alcanzamos Palas de Rei. Segundo día, segundo malestar adquirido. Llego con una insolación.
Tarde de frío y fiebre y de descubrimiento: El olor ácido y fuerte del camino emanaba de las manzanas. Es esta zona tierra de sidras, de buenas sidras.
PENSAMIENTO: “Los dolores se miden en kilómetros”
Martes 29 de junio de 2004
Ocho de la mañana: Al contrario de lo que se podría pensar, tengo más ganas que nunca de terminar lo empezado.
Dejamos Palas de Rei y tomamos dirección a Casa Milia en Portela-Castañeda. Unos 27 kilómetros .
Día de un sol espléndido. Ruta larga y con grandes rectas y subidas.
Hoy saldremos de Lugo y entraremos en Coruña.
Buscando el castillo más bonito de Galicia, entramos en San Juan de Furelos. Iglesia construida en el siglo XVIII sobre los muros de otra románica, según se creía.
Don Javier, que así se llama su párroco, nos contó la historia y recalcó mucho sobre una imagen que él creía única. Un Cristo descolgándose de la cruz pero con una mano aún clavada. Según su leyenda no había otra figura igual en el mundo. Por desgracia para él, y así se lo comunicaré algún día, he visto otra en uno de esos programas culturales de la televisión.
Aparte del hecho de pasar unos momentos de agradable charla y descanso en sombra, también se nos acercó una peregrina que la conocimos en la misma aldea, o sea, 15 minutos antes. Entre despedidas de D. Javier y donaciones limosneras para la iglesia, tuvo ocasión de contarnos gran parte de su vida y las incidencias por las que estaba pasando en el camino.
¿Será que el silencio nos hace “sabios”? ¿Abrirá el camino sentidos de los que desconocíamos su existencia y su naturaleza?
Buen camino, nos dijo el cura, Buen camino, nos deseamos.
A estas alturas de la jornada, nos dimos cuenta que no habíamos visto el famoso castillo. ¡Otro año será!
Más rectas y más cuestas. El sol siempre a nuestras espaldas, las gorras caladas, el sudor y los “palos”. Paso a paso, casi sin fuerzas pero con decisión. Ya no nos parará nada.
Entre bebidas isotónicas, historias, esfuerzos y acompañados de nuestros inseparables amigos los palos, llegamos a Portela-Castañeda y al “poco” encontramos la cañada que nos dejaría en Casa Milia.
Milia es gallega. Muy gallega. En sus ojos entrecerrados se nota la socarronería gallega, en su cara y sus manos los años de duro trabajo.
Su media sonrisa es gallega y sus andares también. Lo mismo encaja en la casa que en el campo con los animales, como dice ella. Lo mismo hace unas costeletas que se calza las botas y ordeña las vacas.
Las duras tierras hacen duros a sus hombres. En Galicia las mujeres se han endurecido más. Se hace difícil pensar en las verdes montañas con sus lluvias, fríos y heladas sin estas mujeres.
También es difícil de pensar que ellas no podrían vivir fuera. Pero no. Se han adaptado a otros campos y a otros paisajes. Y cuando se habla de “la morriña”, es la del gallego, que no la de la gallega.
Milia siempre atiende personalmente a todos sus huéspedes. Les ofrece su casa y su comida. Es la señora, la anfitriona, la peregrina y hasta la meiga.
Acompaña, limpia, cocina, barre, ordeña y se hace fotos con sus huéspedes y con los importantes comparte los muros de su casa cargados de fotos.
Nos despide con la misma sonrisa con la que nos recibió. Es feliz al ver partir a otros peregrinos satisfechos.
Da indicaciones para acercarnos al camino y no deja de mirarnos hasta que sus ojos entrecerrados dejan de vernos. Entra en su casa, vacía por unas pocas horas, y se prepara para recibir a otros peregrinos.
Milia es gallega. …y le gusta.
UN BRINDIS: “Por hoy y la tierra que nos sostiene”
Miércoles 30 de junio de 2004
Ocho de la mañana. Miramos al oeste y comenzamos a andar. Parece como si el sol también nos esperase para salir con nosotros. Mochilas, palos y palante.
Pasaremos por Arzúa, Santa Irene y llegaremos a Arca, a 18 kilómetros de nuestro destino.
Se nota en los peregrinos de “bici” que ya es su última jornada. Igual pasa con los caballos que presienten el final. Sus jinetes con las caras morenas y curtidas por los días de sol y con evidentes signos de cansancio pasan a nuestro lado exigiéndose los últimos esfuerzos.
¡¡Buen camino, buen camino!!
A pesar de ser una zona más habitada que la de días anteriores, aún pasamos por bosques y caminos rurales.
Algunas iglesias nos la encontramos abiertas y sin su párroco, porque éstos faltan por todo el mundo como se sabe. Carteles pegados en las puertas de las entradas nos invitan a pasar y de camino a colaborar con las necesitadas arcas parroquiales.
A la vez que iglesias, también nos encontramos con fuentes de aguas frías y cristalinas. Fuentes que han visto pasar a miles de peregrinos como nosotros. Fuentes que han refrescado los gaznates de aquellos que en otros tiempos no contaban con las modernas cantimploras y termos actuales. Fuentes cuidadas y vigiladas de soslayos por sus vecinos que parecen ajenos a todo lo que pasa a su alrededor pero que no pierden detalle y que además te contestan casi antes que les preguntes porque ya son muchos los años que llevan viendo desfilar a peregrinos del mundo entero.
En una de estas fuentes llenas de peregrinos oímos una historia que nos puso los vellos de punta. Era una narración de una leyenda del siglo XVI y trataré de transmitírosla tal y cual la recuerdo.
“Iba un peregrino de cierta edad solitario y subiendo una larga y empinada cuesta.
Pensaba el peregrino en su familia, en su pueblo y su gente, tan lejos y a la vez tan cerca, pues, podía ver sin esfuerzo las caras y formas de cada uno de ellos.
También llevaba en sus pensamientos a aquellos que se fueron. Aquellos que un día estuvieron unidos a él y ya le habían dejado. Recordaba a todos, aunque el tiempo pasado fuera casi igual a su edad. Detalles olvidados, volvían claros y nítidos. Si se esforzaba un poco, podría incluso hablar con ellos.
Pero era la MUERTE quien presidía estas imágenes .La muerte, siempre la muerte.
El sol, riguroso, ayudaba a abstraerse. Y el peregrino con la vista fija en su sombra avanzaba despacio con la compañía de su esfuerzo, su dolor, su sed y su sacrificio.
Tan concentrado iba con sus cavilaciones que no se percató que por delante de él iba otro peregrino. Su figura le resultaba familiar. Sus ternos y calzado más nuevos y mejores que los suyos le desorientaban un poco, pero aún así sabía que había visto antes esa figura.
A pesar de que aparentaba mucha menos edad, su caminar era más lento y cadencioso que el suyo, si seguían así pronto le alcanzaría.
Cuando se disponía a saludarlo, el peregrino joven, volvió la cara y le sonrió.
Nuestro peregrino se quedó lívido y petrificado. Antes de que pudiera decir nada, oyó estas palabras de su, ahora, compañero de viaje:
-NO TEMAS NADA QUE CUANDO LLEGUE TU MOMENTO, ESTARÉ OTRA VEZ A TU LADO.
El peregrino viejo se fijó en la cara del joven y en la pequeña sonrisa que salía de sus labios. La barba negra y la cabeza toda cubierta de pelos. Le recordaba… no,!! …era él mismo cuando tenía 20 años!!
Cuando pudo reaccionar y levantó la cara y el joven peregrino ya había desaparecido…
Luego así debe ser la muerte, pensó: Te lleva con lo mejor de ti dejando aquí las miserias y las iniquidades. Los viejos huesos y las arrugadas pieles que los cubren.
Respiró profundamente y siguió el camino.
Y sigue contando la historia que desde ese día algunos peregrinos han visto a otros que se parecían mucho a ellos, sólo que eran más jóvenes.”
Yo no me vi por el camino o…a lo mejor sí… quién sabe!
Bonita historia, pero debemos levantar nuestros doloridos huesos y proseguir nuestra ruta.
Llegamos a Labacolla, ya cerca de Santiago, cruce de riachuelos que los antiguos peregrinos usaban para asearse y ponerse sus mejores ternos para honrar así al santo.
Naturalmente cumplimos con el ritual lavatorio. Estamos muy cerca de nuestro lugar de reposo y descanso. Otra casa rural de las que han proliferado tanto en los últimos años, según la Guardia Civil , que es quien nos tiene que indicar la dirección pues la casa está algo alejada del Camino propiamente dicho. Pero mereció la pena andar un poco más.
Mañana Santiago de Compostela, por fin!!
DESEO: “No perder esta energía”
Jueves 01 de julio de 2004
Ocho de la mañana. Muchos nervios entre todos. ¿Llegaremos o no llegaremos? Sí, sí llegaremos. Ya no nos para nadie.
- ¡El palo, ¿dónde está mi palo? Ah!, vale. Venga. No olvidaros de comprar agua y refrescos.
Nos vemos en Santiago. Hasta luego.
Pronto se nota la cercanía de Santiago. Cámaras de tv, y emisoras de radio nos dan a entender la presencia de “peregrinos de renombre”. A nosotros nos “acompañó” S.A.R.
D. Jaime de Marichalar que a su vez iba acompañado de un importante banquero.
Siempre pensé que harían otro camino porque no le vimos el pelo por ninguna parte.
Hoy, último día, te pones dos metas: Una es El Monte do Gozo y la segunda, claro, llegar a Santiago.
De la primera meta, debo decir que fue mi primera y única decepción. El Monte do Gozo no es ni con mucho lo que yo esperaba. Digamos que a lo mejor en su día fue la vista perfecta para el peregrino, pero que hoy es un monte “sembrado” de urbanizaciones de lujo sobretodo es lo que parece por la zona peregrina.
Tiene tres falsas cumbres: Una ocupada por la RTVG , otra alberga una gran ciudad-dormitorio para las excursiones organizadas de peregrinos y por último la última y la más deseada: La que te hará bajar a Santiago.
La quietud y tranquilidad impregnada en nosotros, poco a poco se va rompiendo y nos va haciendo volver a la realidad, a lo cotidiano, a lo urbano y normal.
Autos, motos y diferentes vehículos que tan cerca están de nosotros, pero que por unos días los habíamos obviados.
Peor fue lo del aeropuerto. Los aviones si que los teníamos olvidados.
Cuesta trabajo llegar a la zona antigua de Santiago. Ahora sí que nos sentimos observados. ¡Curioso, verdad! Pero debe ser el impacto tan fuerte de ver a tantas personas juntas y vestidas de calle.
Los caminos se han convertido en calles. Las casas rurales y de comidas, son ahora bares y cajeros automáticos.
Los árboles se han refinado y se han alineados y colocados en las perforaciones que tan civilizadamente les han abierto en las aceras y jardines.
Entre calles, semáforos, autos, gentes y muchas, muchas obras, llega un momento que parece que te vas a desorientar.
Sólo son unos minutos. Es si como una fiera salvaje se perdiera y se encontrase un obstáculo entre ella y su pieza. Incertidumbre y preocupación, pero pronto vuelve la calma. Te das cuenta donde estás y a donde vas. Te paras, respiras, te orientas y enfilas el final del camino, la meta.
No, todavía no hemos cogido la ruta adecuada. Las flechas amarillas están escondidas entre piedras y escombro de tantas obras.
Levantamos las cabezas para intentar distinguir las torres de la catedral. De nuevo afloran los nervios. Es el hambre y el cansancio. ¿O son las ansias por llegar?
Discusiones y más discusiones.
-¿Estamos perdidos?
-Vamos por allí.
-No, es por aquí
Así va trascurriendo la mañana y principio de la tarde.
Una tienda de souvenirs, un bar, otra tienda de recuerdos y postales…y …Allí, allí!!!
Por fin distinguimos de cerca las grises/verdes/doradas piedras de uno de los laterales de la catedral.
Las campanas sonaban, yo las oía con toda intensidad. Aunque creo que era el único. ¡No, vi a mi alrededor otros peregrinos que miraban al cielo y a los campanarios como lo hacía yo y escuchaban lo mismo que yo en aquellos momentos.
Alguien estaba tirando de las cuerdas, moviendo las campanas y haciendo que el badajo tañera, dándonos la bienvenida a todos al Pórtico de la Gloria.
Desaparece el calor de la calle. Los nervios de antes te abren ahora los ojos para adaptar los ojos a la oscuridad catedralicia.
Las campanas ya no “suenan”, ni falta que hace.
Cuando la vista se acostumbra a la oscuridad, ves a muchos “andrajosos peregrinos” llorando como críos. Hombres, mujeres, viejos y jóvenes. Todos exigen su momento de exaltación. Es tiempo de dar gracias a los cielos, al cuerpo que te ha llevado y a los compañeros que durante días y días han soportado tus genios y malos momentos.
Pasados los minutos de recogimiento, se impone una vuelta por la basílica, visita turística y fotos de recuerdos con amigos y desconocidos.
Con estas letras no he pretendido enseñar a nadie nada del Camino de Santiago de Compostela. Hace trece o catorce siglos que se están escribiendo textos, guías y artículos sobre el tema.
Sólo he querido desnudar parte de mis sentimientos a algún lector curioso que se quiera entretener con estas letras.
UNA VERDAD: “El camino te cambia la vida, ya lo creo”
TEXTO LEÍDO EN EL PROGRAMA DE IÑAKI GABILONDO EL 8 DE SEPTIEMBRE DE 2004
Soy un ateo convencido y como tal, estoy siempre a la búsqueda de algo que me haga cambiar de opinión. Tampoco ha sido con el Camino, pero os aseguro que a la primera oportunidad que tenga, lo volveré a hacer y con más recorrido.
Para mí lo más impactante fue la llegada a la Plaza Obradoiro. Casi se me saltan las lágrimas. Mi mujer lloró profundamente.
Además las vivencias interiores, el esfuerzo, los paisajes, etc... Todas estas cosas se unen en tu interior y forman lo que todos llamamos después la experiencia del Camino.
-Por cierto, la Cadena SER se oye fatal en el Camino; deberíais hacer algo.
Fue al llegar a casa cuando me dí cuenta de lo mejor de todo: había estado a 1500 Km de distancia y me encontré en todo momento como en casa. Me sentía dueño del camino, de cada piedra, cada hórreo, cada árbol.
Fue emocionante.
Invito a todos a recorrerlo.
Lo malo: Se engorda. ¿Y quién se resiste?
¿No me digas que se engorda? Yo esperaba que además de hacer algo que me apetece hace mucho tiempo conseguiría una recompensa en forma de pérdida de algunos kilos...
ResponderEliminarBueno, ya ves que le he echado un vistazo, está de lujo, la proxima vez que hagais un arroz me invitas,¿ o es sólo para hombres ? jajaja
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