jueves, 28 de febrero de 2013

En el Día de Andalucía. 2013





“Yo no elegí ser andaluz, simplemente tuve suerte”, celebérrima frasecita que corre de boca en boca y de facebook en facebook.
Tiene su guasa y tiene su fondo. Va muy bien con nuestra impronta, con nuestra idiosincrasia impuesta por los de allende Despeñaperros. Esa que habla de nuestra alegría vital, nuestra jovialidad, cierto desapego a las normas y reglas y un mucho de “savoir vivre”. (El botijo y la guitarra, ya me entienden)
Y yo me pregunto en el día oficial de Andalucía: ¿Suerte, suerte de qué?
¿Cómo un andaluz puede explicarse que esta tierra bendecida por todos los dioses conocidos, esté agachada y escondida en la parte de atrás de la cola de los pueblos?
¿Alguien comprende que el PSOE lleve desde las primeras elecciones en el poder? ¿Y cada día estamos más atrás?
¿Tendrá Despeñaperros la maldición bíblica de Lot? Porque todos los paisanos que lo cruzan no vuelven la cabeza por no convertirse en estatuas de sal.
Y parece que cuando se acuerdan de su tierra, cuando se dan cuenta que están haciendo como los anteriores en su cargo, tiran las monedas para atrás como los antiguos padrinos en bodas y bautizos, a pelón.
A modo de recordatorio y de despertar de conciencias expondré someramente algunas situaciones o hechos que me hacen diferir de la frase en cuestión.
Con media población en paro o viviendo del subsidio público. Con una emigración vergonzante a la que apenas nos podemos apuntar por falta de preparación de nuestros paisanos, ¿eso es tener suerte?
Con un gobierno que empezó bien -30 años ha- y que ahora permite la impunidad a aquellos que nos roban y nos saquean 1000 millones de € en  ERES.
¿Alguien con sentido de la honradez elegiría vivir en un país dónde sólo van a la cárcel los cuatro seguidores de Gil, el gran estafador? Y porque está muerto, que a lo mejor ni esos pillos de medio pelo estarían entre rejas.
¿Algún padre responsable elegiría Andalucía para los estudios de sus hijos? Tenemos una enseñanza pobre y baja en contenidos. Nuestros hijos no conocen su tierra, mucho menos las de fuera, claro.
Los maestros no se sienten respaldados por nadie y sólo pueden tragar saliva y aguantar. Eso los buenos (los más), el resto vegetan entre las aulas y el patio de recreo.
Y tanto maestros como alumnos están atrás,… muy atrás.
Hay más motivos para no sentirse suertudos;  habría que escribir una enciclopedia (lo digo por el volumen), pero no es éste el momento ni el medio.
Tanto si soy descendiente de conquistador como de conquistado, me siento heredero de aquellos que vivían en Tarteso, la Bética o el Ándalus. Aquellos que nacieron/llegaron a una tierra rica y la hicieron más rica y más culta.
Pero lo que fue la envidia del mundo, también fue nuestra perdición. Llegó un matrimonio del norte, más bruto que un arado, en busca de riquezas y rapiñas y acabó con la cultura y la economía.
Entregaron nuestras tierras a los suyos del norte y la dividieron en grandes “parcelas”, para que no se quejaran. Aunque muy pronto la abandonaron, dados sus desconocimientos de los frutos y productos que por estos lares se cultivaban.
Tuvimos que esperar casi 500 años para que un notario gaditano, retomara la ardua tarea de hacer ver a sus paisanos que no eran esclavos y que sus antepasados fueron grandes, cultos y ricos. (Ésto está casi todo escrito, aunque no bien comunicado ni explicado).
Y henos aquí en el siglo XXI, que unos pocos desencantados y trasnochados enamorados de esta vieja, sabia y sufrida tierra y de sus habitantes, pretendemos y deseamos gobernarnos a nosotros mismos para que con el paso de los tiempos podamos decir con orgullo y si me apuran, con chulería: “Yo no elegí ser andaluz, simplemente tuve suerte”.
Viva Andalucía y los que nos sentimos andaluces.

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